viernes, 14 de septiembre de 2007

Paco Barrilado, el hombre de hierro.


No es fácil ir por la vida ejerciendo siempre de tipo duro, de hombre de piedra tocado por el Dios de la valentía. No es fácil andar el camino sin fisuras sentimentales, mirar con desprecio a la muerte y darle la espalda al miedo con una arrogancia insultante.
No es fácil encarnar siempre el mismo papel; aguantarse las lágrimas cuando toca llorar o esquivar un abrazo para no dar nunca un signo de debilidad al enemigo. Es imposible ir continuamente enmascarado y protegido por una coraza de músculos.
Detrás de este gigante, capaz de tirarse de un caballo al trote o de jugarse la cara encima de un ring, se esconde otro hombre, un personaje que no se deja ver con facilidad, pero que es capaz de emocionarse en la intimidad cuando juega con su nieto, de crear belleza con sus manos delante de un lienzo o de hablar a Dios como si estuviera siempre a su lado. No es fácil construir un personaje para tumbarlo después con un golpe de ternura.
El mito Barrilado viene de lejos, de los tiempos del hambre, de la calle Santa Ana, de las Cuevas del Camino de Marín, de las cuestas donde terminaba la ciudad de Almería y empezaba un mundo de niños descalzos forjazos a sol y tierra en horas robadas al colegio. Cuando no tenían nada que echarse a la boca, aquellos niños jugaban a comer, una piedra podía ser un huevo para su imaginación, y un trozo de madera una barra de pan recién hecha.
"Mi madre tuvo que trabajar como una bestia para sacarnos adelante. Mi padre se fue lejos y ella limpiaba suelos para dar de comer a tres hijos. Con siete años tuve que ejercer de padre de familia y pasar todas las faltas del Mundo, pero no me avergüenzo de mi pasado".
Su primera escuela fue el colegio de los Franciscanos. "Me admitieron allí porque mi madre le lavaba las sotanas a los curas de la iglesia". Después pasó por el colegio del Quemadero, el tiempo suficiente para aprender a leer y escribir. A los once años ya estaba trabajando como aprendiz de carpintero en un taller de la calle Regocijos. "Luego fui tallista y hasta ebanista ayudando a Juan Antonio Criado y lijando troncos en el taller de Jesús de Perceval".
Aquellos primeros contactos con el arte, despertaron en él una vocación firme de crear, de utilizar sus manos en otra actividad que no fuera la fuerza. "Coger un pincel y ponerme a pintar me da energía. Tallar un trozo de madera me relaja y me ayuda a evadirme".
El deporte fue también una de sus grandes aspiraciones desde muy joven. Dice que un día cayó en sus manos una revista extranjera de culturismo y quedó encandilado contemplando aquellos cuerpos moldeados lleno de una belleza inalcanzable. "Quise ser como esos héroes de reista y me fui al Cerro San Cristobal a levantar piedras. Imaginate en la Almería de principios de los 60 lo que me decían cuando me veían medio desnudo, con el pecho lleno de aceite, haciendo gimnasia. En aquellos tiempos un tio solamente corría cuando iba la guardia civil detrás".
Barrilado quería ser como ellos, salir en las portadas de los periódicos y ganar dinero con facilidad. Por eso, cuando un día le propusieron subirse a un ring y boxear, se lo jugó todo a una carta. Por eso aceptó trabajar como jinete en una de las películas que se grabaron en Almería sin haberse subido jamás a un caballo. Por eso se hizo especialista, jugándose la vida cada día, sin haber tenido más escuela que las calles desnutridas de su barrio.
"Nunca me eché atrás en nada. Me fui a trabajar a Alemania sin pensármelo dos veces y sin papeles, me apunté a las películas, me marché de voluntario a los paracaidistas, me subí a un andamio para trabajar de albañil y con varios amigos formé un equipo de actores para realizar un espectáculo de torneos medievales en Palma de Mallorca".
De regreso a Almería, inició su etapa como entrenador de boxeo y halterofilia. El dinero de las películas flaqueaba. Los rodajes llegaban a cuenta gotas y muchos jóvenes que habían soñado con poder vivir del cine tuvieron que buscarse otra salida. Barrilado montó su primer gimnasio y empezó a vivir del oficio. En los años 70, todo el que quería ponerse fuerte en Almería, tenía que pasar por sus manos.
Barrilado se crece en las conversaciones. Es difícil acorralarlo, dejarlo sin respuestas. Siempre encuentra una salida para intentar salir airoso. Dice que es un tipo con suerte, con un halo misterioso que le protege y además le da carácter. "Una vidente me dijo una vez que despedía algo que agradaba a la gente, y un amigo me preguntó que como era posible recibir tan pocos tiros después de haber estado en tantas guerras. Yo le contesté que llevó siempre conmigo un escudo que me protege, y se llama inteligencia".
Esta es la web de Francisco Barrilado, un niño pobre que huyó del hambre, levantador de pesas, boxeador, culturista, especialista de cine, tipo duro donde los haya, hombre rocoso, pintor, orador, buscador constante de emociones... y loco vocacional.

No hay comentarios: